Eddington es la cuarta película de Ari Aster, y el rumbo que ha tomado su filmografía es por demás interesante. En lugar de enfocarse exclusivamente en el género de terror, como lo venía haciendo con Midsommar tras su ópera prima Hereditary, decidió adaptar uno de sus cortometrajes, el inquietante ejercicio llamado Beau, para convertirlo en Beau Is Afraid, con Joaquin Phoenix en el protagónico, dando como resultado una obra ambigua tanto para la crítica como para el público.
Ahora llega con Eddington, una propuesta definitivamente más lineal, sin las narraciones oníricas ni las pesadillas teatrales de Beau Is Afraid. Estamos ante un neo-western, donde un sheriff está dispuesto a cuidar su pueblo como mejor se podría hacer en el siglo XXI: en la política, aunque no tenga idea de cómo hacerlo.
Eddington aborda lo absurdo de la política en Estados Unidos a inicios de 2020, dentro de un escenario en el que el COVID-19 todavía estaba dividiendo más a una nación que ya venía fragmentándose en dos bandos, dejando claras las visiones de quienes se identifican como republicanos y de aquellos que serían demócratas.
En 2020, Estados Unidos se encontraba al borde de un cambio ideológico que marcaría con más claridad las diferencias entre diversos grupos raciales, y las redes sociales parecían exigir a los millennials, la Gen Z y la Alpha tomar partido para mantenerse vigentes. Es ahí donde entra el pueblo de Eddington y sus habitantes: desde el sheriff interpretado por Joaquin Phoenix, hasta el alcalde Ted Garcia (Pedro Pascal) y otros personajes extravagantes como los interpretados por Emma Stone y Austin Butler.
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Joe Cross (Phoenix) podría representar el sentir de muchos durante los primeros meses de encierro por la cuarentena del COVID-19. Vive con su esposa, quien ha comenzado a consumir contenido sobre teorías de conspiración, alimentadas principalmente por su madre, quien debido a la cuarentena, se ha mudado con ellos sin posibilidad de buscar departamento, y es así que Joe termina viviendo en una olla de presión alimentada por conspiraciones, numerología y coincidencias encontradas en datos aleatorios, además de un cubrebocas que dificulta su respiración por el asma.
Pedro Pascal funciona como una figura antagónica frente a Joe. No solo enfrenta un punto de vista diferente, sino que existe una crisis del pasado que los une, lo que hace que la tensión entre ambos crezca día con día. En el western clásico esto se habría arreglado con un duelo a muerte, a una bala en cada pistola, pero ahora se arregla como los hombres norteamericanos lo hacen: en las urnas.
Aster muestra en pantalla lo ridículo que podemos llegar a ser durante épocas de incertidumbre, como fue el inicio de la crisis del COVID-19. Sin embargo, lo hace sin recurrir al filtro del tiempo: cinco años después, una crítica al comportamiento humano podría parecer fácil. Aster utiliza este mensaje para mostrarnos que no solo Estados Unidos sigue siendo ese Eddington dividido: desde el cuerpo policial, hasta los Gen Z que buscan desesperadamente portar una bandera de lucha social sin más conocimiento que lo que leen en Wikipedia, TikTok o hilos de X, y hasta figuras de autoridad en busca del siguiente emprendimiento que les permita mantenerse en el poder.
Eddington es un reflejo del mundo actual: caótico y sin sentido. ¿Pero sin esperanza? Aunque Aster juega con la comedia de manera muy fina y directa, tampoco busca dar un tono lúgubre u oscuro —de eso se encargan los 150 minutos que dura la película, y que claramente es su mayor pecado—. Ari Aster ofrece una conclusión a esta historia, a este neo-western donde no hay finales felices ni tristes, ni promesas de cielo para los que obran bien y de infierno para los pecadores, porque al final, esos dos mundos convergen en un mismo plano, ya se llame Eddington, Estados Unidos o planeta Tierra.