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Crítica

Springsteen: Música de ninguna parte | Melancólica, íntima y apasionada

La película biográfica se centra en el período de aislamiento de Bruce y abraza la amistad del cantautor con Jon Landau.

23.10.2025, a las 17H37.

En uno de sus artículos para Rolling Stone, cuando aún ejercía como crítico, Jon Landau escribió: “Sin pasión, no hay compromiso. Sin compromiso, no hay nada”. No hay energía, ni motivación, ni rigor, ni honestidad. Pocas frases podrían describir mejor la colaboración de Landau con Bruce Springsteen —así como el trabajo del cantautor en el estudio y sobre el escenario— que estas. El dúo trabajó junto de 1975 a 1992 y fue responsable de los mayores éxitos de Springsteen, incluidos los álbumes Born to Run, Darkness on the Edge of Town, The River, Born in the U.S.A. y Nebraska. Es precisamente la historia de este último, uno de los trabajos más aclamados de la carrera del “Jefe” —y considerado por él mismo como su favorito— la que inspira Springsteen: Música de ninguna parte, la más reciente película biográfica musical, que sigue la veta de éxito impulsada por Bohemian Rhapsody (2018).

La película adapta el libro Deliver Me from Nowhere: The Making of Bruce Springsteen's Nebraska, del periodista Warren Zanes, y, como sugiere el título, narra el proceso creativo detrás del álbum más personal e íntimo del artista. La historia sigue a Bruce (Jeremy Allen White) al finalizar la gira The River, mientras enfrenta los traumas y la amargura del pasado. Su única solución es aislarse.

Fascinado por No Man’s Land de Terrence Malick y por el asesino Charles Starkweather, así como por las historias de Flannery O’Connor, la banda punk Suicide y otras influencias, las letras de Bruce comienzan a centrarse, sobre todo, en sí mismo. Nebraska es un estudio del deterioro físico y mental que la depresión le estaba provocando, algo que solo abordaría abiertamente décadas después. Las obras que lo influían reflejaban la situación de Norteamérica y moldearon directamente su trabajo posterior —coescrito con Nebraska— y su carrera a partir de entonces.

Estudios del siglo XX

Elegir este periodo es la mejor decisión que el director y guionista Scott Cooper pudo haber tomado para contar una historia sobre Bruce Springsteen. Al abordar su salud mental y los traumas derivados del comportamiento violento de su padre, Cooper ofrece una mirada a la infancia del cantante, explora sus dramas personales e incluso crea momentos musicales que encantarán tanto a los fans de Bruce como a los del género. El director toma prestado el estilo narrativo de Springsteen —y de su autobiografía Born to Run— para construir un tono melancólico, casi poético, con secuencias en las que vemos a Bruce conduciendo entre árboles, caminando por la playa en Asbury Park o viviendo un instante de pasión en un tiovivo. Hay un momento deslumbrante en el que Cooper mezcla presente y pasado: Bruce canta Nebraska mientras padre e hijo miran The Devil’s Messenger de Charles Laughton, una escena que parece salir directamente de un vinilo.

Esta falta de prisa por relatar todos los eventos posibles —error común en muchas películas biográficas— contribuye al segundo gran acierto de Springsteen: Música de ninguna parte: su reparto. Jeremy Allen White quizá no sea el actor más parecido físicamente a Bruce Springsteen, pero impresiona al emular sus gestos vocales, su forma de andar, sus expresiones y, por supuesto, sus momentos sobre el escenario. Más que un simple disfraz del “Jefe”, White construye una interpretación que representa con fidelidad a uno de los nombres más importantes de la música mundial. Para los seguidores de The Bear, resulta imposible no trazar paralelismos entre las ansiedades de Carmy y las de Bruce; de hecho, la serie parece haber sido una preparación ideal para que White brillara aún más aquí. Si sorprende verlo interpretar Born to Run al inicio de la película, es aún más impresionante cuando ejecuta con perfección el himno Born in the U.S.A.

Tras su papel como el despreciable Roy Cohn —y próximamente como Mark Zuckerberg—, Jeremy Strong interpreta a Jon Landau, la voz de la razón en un mundo consumido por el caos depresivo de Bruce. Al construir esta figura amistosa pero igual de crucial que el protagonista, Strong encarna al hombre que permitió que Springsteen se expresara y liberara todos los demonios que lo acosaban. Su actuación es serena e impecable. Lo mismo ocurre con Odessa Young, quien encarna a Faye, síntesis de los amores y relaciones de Bruce en esa época, y con el siempre excelente Paul Walter Hauser como Mike Batlan, el responsable de grabar Nebraska en un dormitorio, usando una simple cinta de casete.

Springsteen: Música de ninguna parte es un viaje mucho más íntimo que espectacular, tal como el propio Bruce consigue en obras como The Rising —donde reflexiona sobre el 11-S— o Letter to You, en la que aborda la finitud de la vida con baladas más animadas, que incluso abren sus espectáculos recientes. Es interesante que esa misma negación del espectáculo forme parte de la historia: los momentos de concierto aparecen recortados o apenas mostrados en sus minutos finales. Varias canciones de Born in the U.S.A. fueron escritas junto a Nebraska, que originalmente pudo ser un álbum doble. Sin embargo, Scott Cooper aprovecha la decisión de Springsteen de separarlos para incorporar ese contraste al viaje de este héroe estadounidense, otorgándole no solo peso dramático, sino también un desafío personal frente a Landau.

Estudios del siglo XX

Casi como una película del “multiverso” de biopics musicales del siglo XX —en el mejor sentido—, Springsteen: Música de ninguna parte es una obra que refleja la personalidad de su protagonista sin parecer diseñada únicamente para glorificarlo. Bruce Springsteen, hoy, no teme hablar de sus demonios: basta ver y escuchar sus confesiones en el documental del concierto Western Stars para comprobarlo. Se trata de una obra apasionada y comprometida, que encuentra en sus dos personajes centrales —actores y figuras reales— la energía y la honestidad que la convierten en uno de los mejores ejemplos recientes del género.

Nota del Crítico
Magnífico