Maldita suerte | Final explicado de la película de Colin Farrell

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Maldita suerte | Final explicado de la película de Colin Farrell

El filme del director de Conclave estrenó en Netflix.

Omelete
2 min de lectura
Lopez Aguirre
31.10.2025, a las 20H10.

Maldita Suerte es protagonizada por Colin Farrell y acaba de llegar a Netflix, se adentra en un territorio poco explorado dentro del cine de apuestas: el de la culpa como maldición espiritual. Bajo su apariencia de thriller psicológico ambientado en Macao, la historia se revela como una alegoría sobre la adicción, el castigo y la posibilidad de redención, inspirada en la tradición budista del “Fantasma Hambriento”.

Spoilers de Maldita suerte a continuación

La figura de Dao Ming (interpretada por Fala Chen) es el centro del enigma. Aunque al principio parece una enigmática usurera, su muerte durante el Festival del Fantasma Hambriento transforma su papel en algo más profundo: una guía espiritual para el protagonista. El propio nombre “Dao Ming” significa literalmente “luz del camino”, y en la narrativa funciona como un espejo moral para Doyle, quien se consume por el mismo deseo insaciable que define a los espíritus condenados del folclore chino. Berger confirmó que el personaje es un espectro, pero más que un fantasma, representa la conciencia que intenta redimir al alma perdida del jugador.

El momento en que Doyle decide quemar su dinero en un acto de ofrenda es el clímax simbólico del relato. No se trata de un gesto de derrota, sino de purificación. La quema del dinero, equivalente al papel joss que se ofrece a los muertos en los rituales chinos, se convierte en un sacrificio espiritual. Doyle renuncia al objeto de su adicción —el dinero— y con ello, a la ilusión del control. Este gesto lo libera del ciclo de autodestrucción que lo mantenía atado al “reino del hambre”. Berger lo describe como “un acto de restitución”, donde el protagonista deja de apostar para finalmente aceptar su propia vulnerabilidad.

En el plano metafísico, Maldita suerte sugiere dos interpretaciones coexistentes: Doyle podría haber muerto desde el inicio, atrapado en un purgatorio dominado por sus obsesiones; o bien, haber alcanzado una forma de despertar espiritual, guiado por el alma compasiva de Dao Ming. El fuego final simboliza ambos finales posibles: destrucción y renacimiento. Es la paradoja de la redención a través del sacrificio, una constante en la tradición budista y en el propio cine de Berger, donde la culpa se transforma en conocimiento.

Maldita Suerte no busca ofrecer respuestas, sino revelar que cada adicción es una forma de hambre eterna. Doyle no se enfrenta a un enemigo externo, sino a su propio reflejo en el espejo del deseo. La ambigüedad del desenlace —y esa escena final donde baila con Cynthia Blithe bajo los fuegos artificiales— es la forma en que el director invita al espectador a decidir si el alma del protagonista ha sido liberada… o si sigue condenada a apostar para siempre.

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