El cine de 2025 fue un año extraño. La decepción no siempre vino de malas películas, sino de proyectos que no estuvieron a la altura de su contexto, su presupuesto o el talento involucrado.
Estas películas no fracasaron únicamente por errores técnicos o narrativos, sino por algo más complejo: expectativas mal gestionadas, decisiones creativas tibias y una desconexión evidente con su propio discurso.
Eddington (Dir. Ari Aster)
Ari Aster quiso capturar el caos sociopolítico de los últimos años, pero el resultado fue una obra dispersa y sorprendentemente superficial. Eddington intenta hablar de pandemia, polarización política, activismo y conspiraciones, pero lo hace sin profundidad ni matices.
El mayor problema no es la ambición, sino la falta de foco. Al reducir posturas complejas a caricaturas, la película pierde impacto y termina confundiendo provocación con ruido.
Mickey 17 (Dir. Bong Joon Ho)
El problema de Mickey 17 no es que sea una mala película, sino que es la obra más segura de un director que nunca lo fue. Tras Parasite, Bong Joon Ho parecía listo para otra sacudida cultural, pero aquí entrega una cinta atrapada entre la sátira autoral y el blockbuster de ciencia ficción. Esa indecisión se traduce en un discurso político superficial y una narrativa que nunca se compromete del todo.
El resultado fue una experiencia correcta pero inofensiva, incapaz de justificar su enorme presupuesto. El golpe financiero para Warner Bros. solo confirmó lo que muchos espectadores sintieron: Bong podía decir mucho más, pero decidió decir poco.
Amores materialistas (Dir. Celine Song)
Después del impacto emocional de Past Lives, la segunda película de Celine Song se siente sorprendentemente plana. Aunque cuenta con un elenco carismático, el guion nunca encuentra un conflicto que resuene de verdad.
La introspección que definía su debut aquí se diluye en diálogos funcionales y una exploración superficial de sus temas centrales.
Cacería de brujas (Dir. Luca Guadagnino)
Luca Guadagnino entrega una película que se siente más interesada en parecer profunda que en serlo. El ritmo es exasperante y, cuando finalmente acelera, lo hace sin control.
Con personajes que pierden coherencia y un guion que confunde ambigüedad con desorden, After the Hunt cierra 2025 como el ejemplo perfecto de cómo el prestigio no siempre equivale a claridad ni impacto.
Tron Ares (Dir. Joachim Rønning)
Visualmente elegante y con una estética cuidada, la película confunde estilo con sustancia. La narrativa apuesta por la nostalgia y la espectacularidad digital, pero descuida por completo la construcción de un conflicto interesante o personajes con verdadero peso dramático.
El mayor tropiezo está en su protagonista y en un guion que nunca define qué quiere decir sobre la relación entre humanos, tecnología e inteligencia artificial. En un contexto donde ese debate es más relevante que nunca, Tron: Ares se queda peligrosamente vacía.