ATENCIÓN: Spoilers de El pingüino a continuación!
Escribir un episodio piloto es, de muchas maneras, mucho más fácil que escribir una serie de TV. Los guionistas, después de todo, ya están acostumbrados a partir de una pantalla en blanco y pintar los detalles de un mundo, para seguir esa primera construcción inicial y extender las pistas del primer episodio para poner en marcha la trama que se extenderá por unas cuantas horas más (con suerte, muchas) de televisión... ese es un malabarismo mucho más difícil de acertar. En El pingüino, la misión quedó en manos de Erika L. Johnson (de la excelente miniserie The Good Lord Bird) - y el episodio resultante, titulado “Inside Man”, es aquel que trata de poner la serie en los rieles para el formato en que fue concebida.
Ante todo, el capítulo hereda de su predecesor el gusto por las rimas narrativas bien ordenadas, fundadas en el arco que pretende dibujar en la relación entre Oz (Colin Farrell) y Sofia (Cristin Milioti), conforme ellos vacilan en la consolidación de su sociedad criminal. De ahí que empiezan con cautela, durante el velorio de Alberto (Michael Zegen), con una conversación sobre cómo la madre de Oz superó la muerte del marido llevando a su hijo a bailar; y terminan frente a la tumba del hermano de Sofia, con la joven finalmente oficializando la propuesta de sociedad y el protagonista respondiendo, con una media sonrisa en el rostro: “Vamos a bailar”.
Es uno de los toques de elegancia que mantienen a “Inside Man” en la atmósfera rarificada de los buenos dramas, de las historias contadas con una dosis bienvenida de refinamiento y conciencia retórica - eso porque, en términos de estructura y ritmo, la serie tropieza un poco para establecerse más allá del impulso excitante y operático del primer capítulo. Montando una historieta trillada, llena de ejercicios de trama fútiles, sobre cómo Oz se esquiva de la acusación de ser un agente doble dentro de la familia Falcone (lo que efectivamente se convierte cuando hace un trato con los rivales Maroni, representados por el siempre imponente Clancy Brown), el episodio hace menos de lo que debería para convencernos de que esta trama tiene aliento dramático para ocho horas de televisión.
Por suerte, Cristin Milioti está aquí para salvar el día al mostrarnos exactamente dónde “Inside Man” no pierde el rumbo: en la dedicación a los personajes. Conforme su Sofia va ganando profundidad, la actuación nerviosa y consciente de sí misma que presentó en el primer episodio también se sumerge en un territorio más oscuro - aunque mantenga el guiño al público (y el director Craig Zobel ciertamente ayuda, véase el take tomado directamente de El Padrino que aparece en el tercer acto del capítulo), Milioti construye una Sofia cuya ambición convence por estar fundada en el luto, el trauma, en el deseo de construir un lugar seguro para sí misma, justo como su hermano no logró hacerlo.
En fin, El pingüino encuentra el camino para convertirse en una serie de TV - y es esencial aquí entender que eso es lo que es, y no “otro capítulo en la franquicia de Batman” - al buscar las engranajes que giran dentro de sus personajes. De esta manera, incluso si a veces parecen girar por la trama sin un propósito definido, intentando escapar de la última trampa o (in)conveniencia de trama, aún vamos a querer volver a encontrarlos la próxima semana, aunque sea solo para ver las chispas que esas engranajes crean al chocar con las otras que aún vamos a conocer.