Durante las dos primeras temporadas de The Walking Dead: Daryl Dixon, el personaje interpretado por Norman Reedus mantuvo el equilibrio que lo ha convertido en favorito de los fans a lo largo de los años: un tipo duro de corazón tierno, capaz de dejar tras de sí tanto destrucción como momentos de profunda humanidad. La tercera temporada, ambientada ahora en España, conserva esta fórmula con notables logros visuales, aunque también con ciertas repeticiones narrativas.
Antes de llegar a territorio español, en su primer episodio la serie muestra una Inglaterra devastada, quizá el escenario más desolador jamás visto en el universo de The Walking Dead. En ese contexto vemos a Carol (Melissa McBride) y Daryl intentando sobrevivir en una ciudad prácticamente desprovista de vida humana. El episodio explica cómo la pareja termina en España, donde se desarrolla la trama principal, presentando nuevas comunidades que conviven bajo sus propias costumbres y normas.
La estructura narrativa repite el patrón habitual: Daryl se involucra con desconocidos, busca el modo de regresar a Estados Unidos y, de forma inevitable, todo desemboca en más violencia. Aunque predecible, esta fórmula sigue funcionando, sobre todo porque la serie nunca pierde de vista su mayor fortaleza: explorar nuevas comunidades y mostrar cómo distintas regiones del mundo se han adaptado al apocalipsis.
El protagonismo de Daryl se equilibra con la presencia de Carol, que aporta un valioso contrapunto a su personalidad. Esta dualidad, siempre efectiva, vuelve a brillar aquí: Daryl encarna la fuerza bruta de la alianza, mientras que Carol representa la inteligencia estratégica, capaz de usar las palabras para mantener el control en situaciones extremas.
En esta temporada hemos conocido al menos seis nuevos grupos, cada uno con rasgos y dinámicas propias, lo que refuerza la creatividad que sigue nutriendo a este universo. Más que los zombis, son los vivos quienes se revelan como el mayor peligro, ya sea por el uso estratégico —y a menudo cruel— de las criaturas, o por la manera en que la violencia define las relaciones de poder y las posibilidades de supervivencia.
La ambientación española es otro gran acierto. La serie gana frescura al explorar escenarios inéditos dentro de la franquicia, presentando localizaciones de gran diversidad: desde ciudades arrasadas hasta campamentos, playas y desiertos. Este contraste visual amplía la escala narrativa. Los nuevos personajes que surgen en estos paisajes están bien construidos y cuentan con motivaciones claras, lo que facilita que el público se interese por ellos, ya sea para apoyarlos o rechazarlos.
Sin embargo, la temporada tropieza en algunos momentos de previsibilidad. El clímax, en particular, se resiente de seguir caminos demasiado obvios, ya anticipados por la confirmación de que la cuarta temporada será la última de la serie. Aun así, The Walking Dead: Daryl Dixon se mantiene relevante gracias a su cautivadora combinación de emoción y tensión, y sobre todo por la expansión del universo, que continúa reafirmando su capacidad creativa.
La tercera temporada de The Walking Dead: Daryl Dixon ya se emite en Estados Unidos.
Criado por: David Zabel