La nueva miniserie de Netflix, Nadie nos vio partir, que estrenó el 15 de octubre de 2025, está causando gran expectación por su aproximación íntima y dramática a hechos reales. Basada en la novela autobiográfica de Tamara Trottner, la historia mezcla recuerdos personales con elementos de autoficción, mostrando cómo la autora y su hermano fueron secuestrados por su propio padre a los cinco años.
Secuestro y venganza: la motivación detrás del conflicto
El núcleo de la trama gira en torno a Leo Saltzman (Emiliano Zurita), un padre que secuestra a sus hijos como acto de venganza contra su esposa, Valeria Goldberg (Tessa Ía), debido a un romance prohibido que amenaza la reputación familiar. Este conflicto refleja directamente la experiencia autobiográfica de Trottner y transforma un trauma personal en un drama transcontinental que involucra a la Interpol y al FBI. La historia examina cómo un acto de represalia personal puede escalar y afectar a múltiples generaciones y fronteras.
Los creadores de Nadie nos vio partir destacan la violencia vicaria como tema central. Esta forma de violencia consiste en usar a los hijos como herramienta para infligir sufrimiento a la madre. La directora Lucía Puenzo subraya la relevancia social del enfoque, ya que apenas se está legislando en México contra este tipo de abuso. La serie ofrece una mirada profunda al dolor emocional y psicológico que genera la instrumentalización de los hijos dentro de conflictos familiares.
Humanización de los personajes: personas imperfectas
El thriller no cae en una representación simplista de la maldad. Emiliano Zurita y Tamara Trottner coinciden en que era vital mostrar a personajes complejos, con motivaciones humanas y errores reales. La autora pudo reencontrarse con su padre años después y comprender su perspectiva, un proceso que permitió abordar la historia desde múltiples ángulos y ofrecer un relato más equilibrado sobre culpa, trauma y reconciliación.
Más allá del entretenimiento, Nadie nos vio partir busca generar conciencia sobre la protección infantil y la violencia familiar. Para Trottner, adaptar su experiencia a la pantalla constituye un mecanismo de catarsis y una oportunidad para abrir un diálogo social relevante.