Andy y Barbara Muschietti, los hermanos argentinos que han hecho películas como Mamá o It, y ahora prueban con la serie precuela It: Bienvenidos a Derry, han explicado que su relación con el terror no surgió en los estudios de cine, sino en las noches de sábado frente al televisor, viendo Viaje a lo Inesperado, un clásico programa argentino que marcó a toda una generación. A los seis años, los hermanos ya conocían los rostros deformes del Dr. Phibes y las sombras de The Fearless Vampire Killers. Era una educación audiovisual temprana que, según Andy, los dejó “impregnados de lo terrible” (vía).
Promo de Viaje a lo inesperado de 1984
Barbara recuerda esa exposición infantil como una experiencia de madurez prematura: “A los siete años me sentía muy adulta porque podía ver cosas que asustaban a los demás”. Este contacto inicial con el miedo no solo formó su gusto cinematográfico, sino que definió su forma de entender la tensión, la atmósfera y el peligro desde un punto de vista infantil.
Más allá del cine, los Muschietti crecieron en un entorno donde el miedo era parte del día a día. Barbara ha descrito a Argentina como “un país muy supersticioso”, donde gestos mínimos pueden tener consecuencias simbólicas. En su infancia, creía que caminar unos pasos más rápido podía evitar la muerte de sus padres.
La superstición se mezclaba con el folclore. En reuniones familiares, los Muschietti escuchaban historias sobre “los hombrecitos verdes de Coghlan”, relatos urbanos que se transmitían como verdades. Al ser niños, no podían distinguir entre mito y realidad, y ese límite difuso entre lo posible y lo imposible sería, años más tarde, la base emocional de su narrativa cinematográfica.
De Buenos Aires a Derry
En It: Bienvenidos a Derry, los hermanos Muschietti canalizan todo ese bagaje cultural en la exploración de los “enigmas crípticos” del libro original. El terror en esta precuela no solo proviene de una entidad sobrenatural, sino de los miedos heredados, los tabúes culturales y la sensación de que el mal puede habitar lo cotidiano.
Así como en Argentina crecieron rodeados de historias para no dormir, en Derry han construido un ecosistema donde el miedo se transmite como un virus cultural. El resultado es una obra que no solo amplía el universo de Stephen King, sino que también lleva consigo la identidad emocional de quienes la dirigen: una mezcla de superstición, nostalgia y fatalismo que transforma el terror en un lenguaje no sólo argentino sino que une a toda latinoamérica.