Emma Mackey en Hot Milk (Reproducción)

Créditos da imagem: Emma Mackey en Hot Milk (Reproducción)

Películas

Crítica

Hot Milk | Aunque poco desarrollada deja una fuerte impresión en el espectador

Emma Mackey y Fiona Shaw ofrecen un dúo sólido que eleva la película de Rebecca Lenkiewicz

Omelete
4 min de lectura
22.08.2025, a las 11H42.
Actualizado en 22.08.2025, a las 21H21

Aunque se presenta como un romance apasionado entre Emma Mackey (Sex Education) y Vicky Krieps (Phantom Thread), dos figuras icónicas del cine contemporáneo, Hot Milk es, en realidad, mucho más una película de madre e hija que un relato de romance lésbico. Basada en el libro de Deborah Levy, la dramaturga y guionista Rebecca Lenkiewicz (Ida, Disobedience) centra su ópera prima en la compleja relación entre la joven Sofía (Mackey) y su madre, Rose (Fiona Shaw), una mujer debilitada por una misteriosa enfermedad que viaja a la costa española en busca de un tratamiento experimental con el Dr. Gómez (Vincent Perez). Aquejada por un dolor intenso e incapaz de caminar la mayor parte del tiempo, Rose depende completamente de su hija, y su temperamento volátil y exigente no hace sino agravar una situación ya de por sí precaria.

El gran punto fuerte de Hot Milk reside en el dúo entre Mackey y Shaw. Ambas interpretan personajes que, en otras manos, podrían resultar distantes para el espectador, pero encuentran en el guion la contundencia necesaria para transmitir su complejidad. El nerviosismo de Sofía y su creciente incomodidad frente a las limitaciones impuestas por su madre se reflejan en la fragilidad física de Mackey, que parece al mismo tiempo a punto de ser arrastrada por la brisa marina y aferrada al suelo con férrea determinación. Shaw, por su parte, consigue imponerse a su compañera de escena pese a permanecer confinada en una silla de ruedas durante gran parte del metraje. La actriz británica dota a Rose de un carácter abrasivo, siempre una prueba para su hija, pero tiñe sus ataques con los amargos matices de un resentimiento soterrado.

Lenkiewicz, proveniente del teatro y debutante en la dirección de largometrajes, observa el duelo entre madre e hija con la misma atención que otros cineastas de formación teatral han puesto en la interpretación de sus elencos —baste recordar el trabajo de Mike Nichols, Kenneth Lonergan o Sam Mendes—. Su puesta en escena es sobria, aunque nunca desinteresada, y brilla tanto en los momentos íntimos entre sus protagonistas como en las escenas en que la frustración de Sofía estalla en paseos solitarios y fugas por las playas españolas. Al igual que en Aftersun o The Lost Daughter, Hot Milk se configura como un intenso drama psicológico que emplea el calor, la arena y la sal de la costa como elementos oníricos y febriles, utilizando el difuso territorio de las “vacaciones” para acentuar la gravedad de su conflicto dramático.

Es en este escenario donde aparece Ingrid, el personaje de Krieps: una misteriosa desconocida que aborda a Sofía en la playa y la envuelve en una red de sexo, celos y filosofía barata. Krieps brilla como la seductora de voz suave y secretos ocultos, deslizándose con elegante languidez por la película, envuelta en pañuelos que ondean al viento marino. Su interpretación alcanza un equilibrio sutil: cada gesto afectuoso se transforma en traición, cada muestra de cercanía en una herida emocional. Sin embargo, las idas y venidas de esta relación existen principalmente para desestabilizar a Sofía, y poco más. Hot Milk intenta trazar paralelismos poéticos entre Ingrid y Rose, pero la conexión resulta débil e insustancial, al igual que buena parte de su trama.

En el tercer acto, esta fragilidad se vuelve aún más evidente. Cualquier hechizo que la película hubiese ejercido sobre el espectador se desvanece ante la realidad de un drama subdesarrollado. Obligada a elegir entre una madre que no mejora y un amante que no la acepta, Sofía queda reducida a un simple puente entre las dos mitades del filme. Cuando Lenkiewicz debe decidir cuál de estas historias llevar al clímax, lo hace con escaso impacto, sin dar espacio a que las revelaciones finales respiren o se integren plenamente en la narrativa.

Y, sin embargo, Hot Milk conserva una virtud indiscutible: Mackey y Shaw. Hasta el último plano, ambas actrices permanecen entregadas a sus personajes, manteniendo viva la inquietante y dolorosa dinámica que las une, en contraste con la vacilación de la propia película para abrazar ese núcleo dramático. Tal vez sean dificultades propias de una directora debutante: Lenkiewicz apuesta más por la promesa y la fuerza de las primeras impresiones que por la solidez estructural necesaria para consolidar una gran obra.

Nota del Crítico
Bueno
Hot Milk
Hot Milk

Año: 2025

País / Nación: Austrália, Grécia, Reino Unido

Duración: 93 min

Dirección: Rebecca Lenkiewicz

Argumento: Rebecca Lenkiewicz

Elenco: Vicky Krieps, Emma Mackey, Fiona Shaw, Vincent Pérez

¿Dónde ver?
Ofrecido por

Este sitio utiliza cookies para mejorar tu experiencia. Al continuar navegando, aceptas su uso. Puedes deshabilitarlas desde tu navegador.